Efectivamente no nacemos machistas, o xenófobas/os, u homófobas/os. Eso se aprende de la sociedad, de la televisión, de las «malas»compañías. Por eso es tan importante dar buen ejemplo a nuestra gente menuda.
Ningún hombre nace machista.
Pero todos somos machistas.
La violencia machista es una violencia que se ejerce sobre las mujeres por el hecho de ser mujeres.
Y es una violencia estructural que afecta a la supervivencia, el bienestar, la identidad y la libertad de las mujeres.
Más del 70% de las mujeres en el mundo ha sufrido algún tipo de agresión machista por parte de un hombre a lo largo de su vida.
Prácticamente todas las mujeres del planeta.
Y no fue el mismo y único hombre el que asesinó, violó, humilló, maltrató, persiguió o abusó.
Lo hicieron muchos hombres con el silencio fraternal de los demás hombres.
No fuera a ser que se les considerara «menos hombres» por afear esas conductas que tratan de reafirmar la masculinidad hundiendo a otras personas.
¿Dónde están los hombres que se enfrentan a otros hombres que ejercen violencia sobre los cuerpos y vidas de las mujeres por el hecho de ser mujeres?
¿Dónde están los hombres valientes?
Porque lo que es de cobardes es reír las gracias machistas.
Es no decir nada en ese chat en el que se denigra a una mujer.
Es no frenar a un amigo que molesta a una chica.
Es hacer como que esto no tiene que ver contigo.
Lo que es de cobardes es intentar desviar la atención hablando de denuncias falsas, decir que la violencia machista no existe y que ha de quedar diluida dentro del ámbito familiar porque es una violencia doméstica, decir que la violencia no tiene género, llamar feminazis a las mujeres que intentan acabar con el machismo o negar toda esta mierda que han de vivir las mujeres por nacer mujeres.
Ningún hombre nace machista.
Pero todos somos machistas.
Todos nos construimos como hombres y disfrutamos de ese privilegio que supone ser leídos como hombres en la sociedad.
Ese privilegio que supone no sentir miedo a que nadie nos agreda sexualmente cuando regresamos solos de noche a casa.
Ese privilegio que supone poder desatender los cuidados y ser considerados unos machotes por ello.
Ese privilegio que supone no vivir con el miedo incorporado.
Ese privilegio que supone que nadie nos va a asesinar por el hecho de ser hombres.
Sería de agradecer que todos los hombres estuviéramos en contra de la violencia sobre las mujeres.
Sin excusas, sin es que no todos los hombres, sin es que ellas también son malísimas, sin tener que defender una supuesta honorabilidad masculina constantemente.
Sin hacernos los caballeros andantes con las mujeres de nuestro entorno, con mi madre, mi hermana, mi hija, para entender que es algo que sufren todas las mujeres y no solo las que a ti te importan.
Aprendiendo del feminismo.
Estaría bien que los hombres, hoy, nos planteáramos qué tipo de hombre queremos ser.
Si esos a los que les da exactamente igual lo que le suceda a más de la mitad de la población que convive con nosotros.
O esos que se esfuerzan.
Por hacer las cosas mejor.