POR QUÉ ANA PEÑAS HA SIDO LA PRIMERA MUJER EN GANAR EL PREMIO NACIONAL DEL CÓMIC PERO NO VA A SER LA ÚLTIMA


Lo primero que tienes que saber sobre por qué hay tan pocas mujeres en el mundo del cómic es que ser lectora a finales de los 90, era prácticamente una rareza.

Pero no siempre fue así.

Desde la República hubo revistas de historietas dirigidas a las niñas, llegando a una verdadera explosión en los 50 y hasta los 70. Temáticas románticas llenaban los kioscos e invitaban a las chicas a seguir modelos de mujer acordes a las expectativas de un régimen que estaba por agotarse. Con la llegada de la transición, los tebeos populares españoles se detuvieron en seco a partir de los 80. La movida, la experimentación y la fiesta, acabaron con su popularidad y muchas publicaciones desaparecieron.

Así que, mi generación, la de las lectoras que nacimos durante los 80, conocimos los cómics gracias a publicaciones humorísticas primero, y la llegada del anime después. No es de extrañar, por tanto, que la primera vez que entré en una tienda de cómics a mediados de los 90, fuera para mí tanto como para los tenderos, todo un acontecimiento. Porque ser chica y leer cómics era algo extraordinario.

Y era difícil encontrar amigas que leyeran tebeos porque la gran mayoría de las historias estaban casi siempre dirigidas y protagonizadas por hombres. Había algunas excepciones: algunos personajes femeninos de los X-Men o Wonder Woman, pero muchas chicas perdían el interés al no verse representadas.

El cambio real llegó en los 90 con la aparición del anime en las recién nacidas cadenas privadas. Aquello fue el germen de que algunas espectadoras se acercaran a los kioscos (y más tarde a las tiendas especializadas) a preguntar por aquello que habían visto en la tele. El fenómeno de masas que ahora es la animación japonesa se produjo porque al contrario que las producciones americanas, los personajes femeninos eran más numerosos y tenían un mayor protagonismo. La llegada de nuevos referentes, produjo un boom de autoras.

En la actualidad, si bien es cierto que se ha incrementado la publicación de obras hechas por mujeres, pero aún no llegamos, ni de lejos, a la igualdad real. Del residual 16% de cuota de mercado que representan las obras creadas por autores españoles en un año (datos del 2017), me atrevería a decir que menos de un 5% son mujeresQue ellas consigan pasar el filtro de calidad que supone un Premio Nacional, es bastante difícil.

El problema del Premio Nacional de Cómic

En 2014 formé parte del Jurado del Premio Nacional de Cómic y vi en primera persona algunos de los problemas a los que se enfrentan los profesionales que damos este premio.

El primer problema que me encontré es que había personas que no estaban familiarizadas con el cómic. Estaban ahí cumpliendo con las bases del premio, pero no eran especialistas en historieta. Cuando al final se discute por los dos finalistas, aquello se convierte en algo más parecido a Doce hombres sin piedad que a un juicio realmente objetivo y con conocimiento de causa. Porque igual que hay quien que se toma muy en serio su trabajo y se documenta, hay otros que deciden no investigar sobre lo que van a premiar. Y esto es una realidad que salvan los artistas, libreros y críticos especializados.

El segundo problema era ver cómo, las personas propuestas por los “departamentos con estudios sobre perspectiva de género” no están familiarizados con el medio, sólo planteaban un “mujerismo” que no comparto. Como mujer, como feminista, su punto de vista me generaba serias dudas. No creo que el hecho de que una mujer realice una obra, la convierta automáticamente en una propuesta válida para el PN. Tenemos que valorarla con los mismos criterios de calidad que al resto. Estos departamentos deberían elaborar listas de mujeres especialistas en cómic, buscando expertas y expertos en estos temas. Lo contrario a las feministas no nos conviene en absoluto.

El tercer problema es la consideración del Premio Nacional como un premio a una obra de un determinado tipo. A excepción de Blacksad (un superventas) y Lamia (un álbum) todos los PN que se han dado son novelas gráficas. Se considera que su estilo y temática están más acorde con la idea institucional de lo que debería ser un cómic. Pero no nos equivoquemos, no hay que olvidar que, en origen, este arte es un medio de comunicación de masas. Hay muchos autores y autoras que hacen cómics que no son novelas gráficas y que superan en calidad a las historias que la mayoría de la crítica considera apta (o no) para este tipo de premios. Así que, ¿queremos reafirmar la idea de un determinado tipo de cómic o festejar que hay muy buen cómic, venga de donde venga?

El cuarto problema que se plantea es a qué tipo de autor se le da un premio de estas características. Desde mi punto de vista la respuesta es sencilla: se debería valorar obra y autor, examinar sus aportaciones al medio y reconocer su trayectoria. Los autores con experiencia han aportado durante más tiempo en un medio precario y poco visible, por lo que el Estado debería de ser un garante de su legado.

El quinto problema es preguntarse si por todo esto, es necesario un Premio. No nos engañemos, 20.000 euros son una gran motivación para que cualquier autor continúe su carrera, pero ¿no sería más útil invertir ese dinero en la creación y apoyo de más autores, en el conocimiento y divulgación de obras entre chavales o en plantear mejoras en la Industria?

Creando una habitación propia

El año 2013 fue revolucionario para las mujeres del cómic. La publicación de tebeos como Enjambre (Norma Editorial) o Todas Putas: los cuentos gráficos (Dibbuks) fueron el germen de algo que se estaba cociendo dentro del gremio. Las autoras, muchas de esas que había crecido consumiendo manga, estaban empezando a publicar y eran más numerosas que en las generaciones anteriores. Sus voces, un grito apenas escuchado hasta que hartas, cuatro de nosotras promueven el Colectivo de AutorasAna Miralles, Marika Vila, Elisa McCausland y yo. Un hermanamiento que se materializó gracias a Lucía González en el Comicca: Festival de Cómic de Mujeres de Granada.

Uno de los objetivos del Colectivo estaba claro: debíamos conocernos. Las redes sociales fueron imprescindibles. Creamos un grupo en Facebook y empezamos a ser compañeras. Llegamos a la centena y al contrario de lo que se decía, éramos todas distintas, ricas en la diversidad de nuestros lenguajes gráficos.

Nuestro principal objetivo, el que motivó la creación de AC, era recuperar nuestra propia historia. La de todas aquellas mujeres que habían sido olvidadas por la Industria. Para ello trabajamos en la idea de un premio honorífico. Cada año destacaríamos la labor de una autora de trayectoria consolidada. El primer año premiamos a Nuria Pompeiay lo hicimos a pesar de que ninguna de nosotras la conocía pero por razones evidentes: su obra era maravillosa: ácida, inteligente, feminista y sin embargo, desconocida.

Una vez que nos lanzamos de forma más o menos oficial, el Colectivo recibió todo tipo de críticas. De autores, de editores, de críticos y de libreros. En esto hubo mucha equidad. A todos les molestaba la idea de que las mujeres nos organizáramos. Reconocer que el cómic era un medio machista, escocía.

Fuimos prudentes, permanecimos en silencio y trabajamos. Creamos la campaña Wombastic contra de la Ley del Aborto de Gallardón (Clara Soriano y Susanna Martín), hicimos exposiciones, juegos de Herstory (Olga Carmona), editatonas en Wikipedia (Patricia Horrillo), participamos en Congresos como Unicómic y otros muchos proyectos. Nos convertimos en chicharras, siempre recordando la ausencia de mujeres en los Salones de Cómic, en las nominaciones… en todas partes.

En 2015 y a raíz de la falta de nominaciones a autoras en el Festival de Angoulême nace el Collectif des Créatices de Bande Dessinée contre le sexisme. La noticia salta incluso a los periódicos españoles. Mientras, aquí, se seguía negando el espacio del Colectivo. Pero todo cambia en el 2018, con el caso de La Manada. Un cambio que se hizo visible durante el 8 de Marzo de este año, con la Huelga Feminista y las manifestaciones en contra de la violencia patriarcal.

Llegamos, con el ambiente caldeado, al Salón del Cómic de Barcelona, uno de los más importantes de nuestro país. La llegada de Meritxell Puig a su dirección supone una toma de conciencia sobre la desigualdad e inaugura un aluvión de nominadas en todas las categorías dando, finalmente, los dos premios más importantes a dos mujeres: por trayectoria a Laura Pérez Vernetti y el revelación a Ana Peñas con Estamos todas bien.

La Industria parece estar cambiando

Y así, llegamos a Ana Peñas (1987), la primera autora que gana un Premio Nacional de Cómic. Quizás ahora, después de todo lo que te he contado, le encuentras algo de sentido a este premio. Había síntomas claros de que el mercado estaba cambiando y la obra de Peñas es significativa: no solo es un cómic que está hecho por una mujer, si no que habla de toda la generación de invisibles que conforma la posguerra española. De todas esas madres y mujeres que tuvieron que luchar en espacios mucho menores que el resto. La autora reconoce que su fuente de inspiración son sus abuelas y que en su obra busca dar un homenaje a sus vidas. El compromiso de Ana Peñas es innegable, en su obra hay mucho de política, pero también de sensibilidad y calidad gráfica. Es versátil y tiene talento, pero sobre todo aparece en el momento perfecto.

Creo que es justo pelear por la visibilidad de grandes mujeres de tinta, de viñetas dibujadas por manos no muy distintas a las de cualquier hombre. Tengan la edad que tengan y vengan de donde vengan. Nuestro recorrido es amplio y diverso. Somos muchas, de generaciones muy distintas, pero no olvidamos nuestro objetivo común: que el cómic sea un espacio justo para nosotras, que no nos haga falta ser un autor, porque seremos nosotras mismas. Con nuestro propio nombre y apellidos. Únicos, sonoros y fuertes. Y Peñas es la primera, pero ha habido, hay y habrá, muchísimas más.

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