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Las patentes para inventos en España
Para que una mujer pudiera registrar una patente tenía que pedírselo a sus maridos o hermanos. Pero a partir de 1923 cuando cualquier persona que hubiera inventado algo, independientemente de su sexo, podía solicitar con un procedimiento administrativo un privilegio para proteger su idea hasta quince años. Por ello, aunque seguían siendo escasas, el número de patentes tecnológicas con nombre femenino fue aumentando durante los siguientes años. Las contadas pioneras que solicitaban uno de estos privilegios en el siglo XIX, solían hacerlo en los campos a los que se dedicaban y que solían estar relacionados con lo que se suponía el papel de la mujer, como el ámbito doméstico, la sanidad o la costura. Muchas protegían de esta manera sus ideas porque, como Jaquinet (a quien ahora conoceremos), se habían quedado viudas y tenían que hacerse cargo del negocio familiar en ausencia del marido para no quedarse sin obtener beneficios.
Las mujeres y las patentes
Gracias a la explosión industrial, las mujeres comenzaron a hacerse hueco en las fábricas, donde estaban en contacto con máquinas que, como cualquier varón, eran capaces de mejorar. Las empleadas de sexo femenino abundaban sobre todo en sectores como el de las conservas, el textil o el del tabaco, que requerían una gran pericia manual o estaban mal pagados.
Las barreras que encontraban las mujeres de la época, más allá del precio y el papeleo, estaban relacionadas con el lugar que ocupaban en la sociedad porque estaban sometidas administrativamente al varón, necesitaban la autorización ya fuera de su padre o de su marido. Además, en la mayoría de los casos carecían de la formación técnica de los varones, pero conocían bien sus áreas de trabajo y únicamente con su ingenio fueron capaces de realizar creaciones asombrosas.
Celia Sánchez Ramos
Celia Sánchez es una de las inventoras más prolíficas de nuestro país, que todavía sigue en activo y mantiene viva la estela asentada por sus predecesoras. Cuenta con 15 familias de patentes relacionadas con la neuroprotección de las retinas a través de elementos y dispositivos ópticos. Entre ellos destacan lentes y filtros oculares terapéuticos (el más conocido es reticare, diseñado para proteger la retina de la sobreexposición a las pantallas). Sánchez ha recibido más de 20 galardones por su labor investigadora, entre los que destacan el premio a ‘Mejor Inventora Internacional’.
Francisca Jaquinet
La primera patente a nombre de una mujer en España fue la ‘máquina de chimenea portátil económica’, que venía a ser una rudimentaria precursora de la estufa doméstica que, según su creadora «podía colocarse en cualquier lugar de la casa casi sin inconveniente» y así mantener calientes incluso las habitaciones alejadas de la chimenea principal.
Ángela Ruiz Robles
Ángela Ruiz Robles inventó en 1949 el precursor del actual libro electrónico. Su libro mecánico funcionaba con un sistema de compresión de aire y era un artilugio que incorporaba abecedarios automáticos en todos los idiomas con los que podían formarse cualquier tipo de texto. Además, incorporaba una serie de funciones impensables hasta la fecha se podía iluminar para leer en la oscuridad, incluir dibujos y hasta hacer zoom sobre los diferentes elementos
Fermina Orduña
El invento de Fermina es el precedesor de las máquinas de ordeño industrial actuales. Estaba formado por una especie de carromato que incorporaba en la parte de arriba una campana para avisar de la llegada y una chimenea por la que salía el vapor de una caldera de agua caliente que servía para mantener la temperatura. En este carromato se introducía una vaca, que se ordeñaba con un ordeñador mecánico de su invención, un recipiente que se llenaba con el agua salida de la caldera para conservar la leche caliente «durante 20 minutos». La misión de esta ‘lechera móvil’ no era otra que repartir leche fresca a domicilio por los pueblos.
Elia Garci Lara
Elia Garci Lara inventó un lavadero mecánico bastante más completo que nuestras lavadoras actuales, ya que parecía más bien una auténtica lavandería portátil. Además de esto, su sistema permitía clasificar la ropa en función del género o el grado de suciedad, para después pasar al lavado con lejía, enjabonado, aclarado, escurrido mediante un “hidro-extractor” centrífugo, secado al aire libre o con una estufa, y finalizar con el planchado y plegado de las impolutas prendas.
Concepción Aleixandre Ballester
Concepción Aleixandre Ballester era una mujer muy polifacética: maestra, médica, ginecóloga, inventora, activista, feminista, sufragista y científica. Fue una de las tres primeras mujeres que se licenció en Medicina en la Universidad de Valencia, y perteneció a diversas instituciones como el Comité Organizador del Congreso Pedagógico de 1892, el Consejo Nacional de Mujeres, la Sección de Señoras de la Unión Iberoamericana, el servicio de Inspección médico escolar, la Sociedad Ginecológica Española y la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias. Pasó a la historia de las patentes femeninas españolas por crear un sistema de pesas para corregir el prolapso vaginal o descenso de la matriz en las mujeres, similar a lo que hoy comúnmente se conoce como bolas chinas pero con aplicaciones médicas.
Maria del Carmen Ortiz Arce
María del Carmen Ortiz, más conocida como Sor Peibore, era una monja que diseñó y patentó en 1909 un aparato que permitía a las personas ciegas escribir en sistemas Braile y Llorens (otro lenguaje utilizado por los ciegos, menos conocido que el primero). El invento, denominado como la Regleta Sor, facilitaba la comunicación entre los videntes e invidentes mediante un punzón de bronce que trazaba los caracteres sobre una superficie con relieve, creando textos que eran perceptibles al tacto.