Conciliar con la boca, no con la cabeza
Un estudio oficial alerta de la “inconsistencia” entre el discurso igualitario instaurado, el reparto de tareas domésticas y la crianza de los hijos
La escena se repite a diario. Suena el reloj. Toca salir de casa pitando, con una mano arrastrando al niño y con el desayuno que no ha dado tiempo a terminar en la otra. Abuelos que parece que montan en la máquina del tiempo para volver a las puertas de los colegios dispuestos a dar la merienda, esta vez a los nietos.
Un horario laboral excesivamente rígido, jornadas partidas, la filosofía del presentismo instalada en las empresas que provoca miradas de recelo al compañero que suelta el bolígrafo a la hora… Y de vuelta a casa, malabarismos para lavar, planchar o preparar la comida. No es ningún secreto que España está a la cola de Europa en políticas de conciliación.
Un nuevo estudio del Gobierno vasco pone de relieve que las zancadillas a la hora de buscar el equilibrio entre vida laboral y familiar se ponen a las mujeres. El informe, del departamento de Empleo y Políticas Sociales del Ejecutivo autonómico, ha analizado la ‘Implicación de los padres vascos en la crianza: impacto en la corresponsabilidad y en el trabajo productivo’. El antropólogo especialista en género, y coordinador de la investigación, Ritxar Bacete, y Leire Gartzia han concluido que las opiniones se dan de bruces con la realidad, lo que les lleva a hablar de la “paradoja de la desigualdad en un contexto de expectativas igualitarias”. «Si nos comparamos con cómo eran nuestros padres, claro, somos hombres maravillosos», ha afirmado irónico Bacete, después de constatar que «hay resistencias a la igualdad: hay ideología igualitaria, pero las prácticas van en sentido contrario».
Hay un cambio en los discursos pero luego fallan las rutinas
Los autores sostienen que hay un cambio evidente en los mensajes y en la cultura, pero pierde intensidad en la rutina diaria. Una cara de la moneda constata que tanto hombres como mujeres han interiorizado el discurso de la igualdad. En una escala de 10, son favorables en unos índices superiores al 8 en ambos casos. Sin embargo, en la otra cara, los expertos alertan de “inconsistencias entre esos discursos y la práctica”.
El grado de implicación se diluye a la hora de llevarlo a efecto, lo que conlleva una limitación de salida en el momento de aplicar medidas correctivas, “¿qué área de mejora queda si ellos se valoran con un notable?”, se pregunta Bacete. Los autores también observan “distorsiones” en la percepción de las responsabilidades de la pareja y el tiempo que cada uno de ellos dedica a las tareas domésticas.
Leire Gartzia, de la Universidad de Deusto resalta respecto del uso del tiempo que «algunas parejas pensaban que tenían una relación de igualdad, pero al responder el cuestionario, se dieron cuenta de que no». En su opinión «para los hombres y las mujeres feministas es más fácil cambiar sus actitudes hacia otras contraestereotípicas que están penalizadas por la sociedad».
Situados frente al mismo espejo, los hombres tienden a sobreestimar su dedicación: se otorgan un 77% frente al 39% que les conceden las mujeres en la misma tarea; a la inversa, ellas se arrogan el 62% y ellos les atribuyen un 57%. Los números chirrían, más aún teniendo en cuenta que se trata de una misma pareja. Los expertos creen que se pone en evidencia que los quehaceres que asumen los hombres “despiertan más atención porque ha supuesto previamente una ruptura del rol de género”. Por último, han analizado los temores asociados al mercado laboral cuando se trata de llevar a la práctica conciliación, y vuelve a desequilibrarse la balanza. Los hombres no se ven ajustando sus obligaciones laborales y por tanto, no son capaces de anticipar aspectos negativos, “no ven la preocupación como propia, ni imaginan las posibles consecuencias”.
De hecho, de las 17.570 solicitudes que el año pasado atendió el ejecutivo de Lakua para conciliar vida laboral y familiar, tan solo fueron en masculino 104 de las ayudas por excedencia y 1.200 de reducción de jornada. Estas conclusiones se han presentado en el marco de las jornadas sobre modelos de paternalidades que ha organizado el Gobierno vasco en las tres capitales hasta el sábado. Durante tres días, más de 600 participantes van a analizar cómo reducir esta brecha. En ese sentido, Bacete señala un doble trabajo que atañe tanto a cada individuo como a las instituciones.
Por un lado, sugiere reforzar una masculinidad más igualitaria. Por el otro, en el plano estructural, considera un paso vital para reconocer la importancia de la crianza compartida que se igualen los permisos de paternidad y maternidad, y que estos sean intransferibles. En definitiva, “no disociar el trabajo productivo del reproductivo –advierte- los cuidados deben situarse en el centro de la vida económica”.