La revolución feminista se instala en Chile
A ello se suma la desigualdad de las mujeres en la vida laboral y familiar
Desde que el pasado 17 de abril la Universidad Austral inició las tomas, 22 universidades se han sumado a esta medida para exigir una educación no sexista y protocolos que regulen el abuso en los centros educativos. Pero la lucha es mucho más profunda y popular por las discriminaciones que sufre la mujer chilena en el ámbito laboral y familiar.
Las estudiantes de la Universidad Católica, que el viernes tomaron el centro más conservador del país, depusieron este lunes su movilización tras conseguir tres de las exigencias de una larga lista.
Además de arrancarle a la universidad que pague los atrasos a los trabajadores más «precarizados», los subcontratados que son en su mayoría mujeres, también han conseguido que el centro califique por su nombre social a los estudiantes transgénero.
Exigían, además, las disculpas de un profesor acusado de violencia interfamiliarpero ante su silencio ha sido el rector el que lo ha hecho, junto con depurar las denuncias de 40 casos de abusos que se han producido solo este año.
Hasta hace poco aficionado a los chistes groseros y sexistas, el mandatario chileno, el conservador Sebastián Piñera, anunció la semana pasada una Agenda Mujer, con una batería de medidas para combatir el sexismo y la desigualdad de género.
Asimismo, se ha comprometido a establecer el derecho universal a la sala cuna o guarderías donde las mujeres trabajadoras puedan dejar a sus hijos pequeños y acabar con las diferencias de cotizaciones de hombres y mujeres en el sistema de salud privado que penaliza a estas últimas, sobre todo si están en edad fértil.
«Es el momento de la igualdad plena de la mujer, y nada ni nadie podrá detenernos», dijo Piñera al firmar este lunes un proyecto para reformar la Constitución que garantice «la plena igualdad de derechos» entre hombres y mujeres.
El próximo 6 de junio está prevista una nueva huelga nacional y una marcha de estudiantes, que ya han advertido que el movimiento no tiene marcha atrás.
Catalina Cabello, una de las voceras del movimiento de la Universidad Católica, advirtió que «este movimiento no pretende quedarse en el terreno universitario». «Queremos ser parte de la construcción de una nueva sociedad feminista» e invitó a todas las mujeres a sumarse a la lucha.
El movimiento, calificado de «hito histórico» por la ministra de la Mujer y Equidad de Género, Isabel Pla, se enraíza en un hartazgo generalizado internacional, en la línea de las masivas manifestaciones del 8 de marzo en España, de los movimientos #MeToo o #NiUnaMenos, que dejan patentes los abusos y la violencia de género en el cincuenta aniversario de Mayo del 68.
En Chile, se remonta a las manifestaciones estudiantiles del 2011, durante el primer gobierno de Piñera, para protestar contra el lucro en la educación y que acabó con la ley de gratuidad aprobada durante el gobierno de la socialista Michelle Bachelet o con la ley del aborto por razones médicas o violación, aprobada el pasado año, y que las mujeres defendieron como una soberanía y un derecho a decidir sobre su cuerpo.
Según una encuesta publicada este lunes por la encuestadora privada Camden, el 69% de los chilenos está a favor de la movilización feminista.
«Rebelión cultural»
Es una «rebelión cultural contra el patriarcado», como la define la vicerrectora de Extensión y Comunicaciones de la Universidad de Chile, Faride Zerán, a la AFP.
«Es un proceso. La sociedad avanza hacia un cambio en los temas de género», en una sociedad cada vez más democrática y avanzada que quiere «más demandas» y que está «sentando en el banquillo a una sociedad machista y su arista más visible: el acoso sexual y el abuso del poder al interior de la sala de clases», agrega Zerán.
A ellos se suma la desigualdad de las mujeres en la vida laboral y familiar.
El salario promedio de los hombres es de unos 833 dólares, el de las mujeres se eleva a 614 de promedio. Y esas diferencias se manifiestan en los planes de salud privados, donde las mujeres pagan hasta tres veces más que los hombres, sobre todo si están en edad fértil.